top of page
Buscar

Virgilio, la alquimia y lo sagrado

Foto del escritor: filosofialacallefilosofialacalle


Óscar Sánchez Vadillo


Leyendo el monográfico que Pierre Grimal dedicó en 1985 a Virgilio, según los entendidos en latín y el propio Dante el más fino versificador de la historia de Occidente, descubro que en cierto modo participó en una polémica científica que está a punto de estallarnos en la cara a nosotros también en la actualidad, sólo que, claro, a un nivel técnico y argumentativo más rudimentario -a cambio, es la poesía que se hace ahora la que resulta tosca y simple en contraste con la de Virgilio, Horacio u Ovidio. Se trata de la disyuntiva que tiene lugar (realmente antitética aunque Grimal no lo vea así en estas páginas) entre mecanicismo y biologicismo (mal llamado también “vitalismo”, por gracia o culpa de Schopenhauer) en la comprensión de la naturaleza, que en aquella época representaban respectivamente el epicureísmo de Lucrecio, otro gran poeta, y el vitalismo del propio Virgilio en sus grandes colecciones poéticas Bucólicas y Georgicas, consagradas al elogio encendido de la vida rural (a propósito, la genial viñeta de El Roto de anteayer decía “los populismos aumentan, mientras que los pueblos se vacían”…) Así, como apunta Grimal...  

 

 Si los epicúreos podían considerar que la vida se reducía a un juego de átomos y de «moléculas», el poeta descubrirá, a la inversa, que la vida surge de la materia. Los dos lenguajes, el materialista y el vitalista, se revelan equivalentes, y la vida no pierde nada de su valor, de su belleza, ni de su carácter conmovedor porque se conoce lo que sucede debajo de las apariencias. Entonces uno descubrirá que “la primavera es amor, que el crecimiento de las plantas jóvenes se hace en la alegría, que los árboles frutales tienen conciencia de su vigor (Geórgicas, UL, vv. 363, 372 y 426 y ss.).

Virgilio, Pierre Grimal, Gredos, pág. 51.

 

Que suena cursi, sin duda, pero es que en los próximos años y décadas vamos a necesitar de lo cursi más que de comer, si es que queremos combatir el Gran Salto Hacia Atrás (que apunta a ser tan atroz como el Gran Salto Adelante de Mao Tse-tung, sumado a esa particular Revolución Cultural que va a suponer la marginación de tantas minorías hasta ayer mismo libres y felices en los países ricos) que simbolizan las necropolíticas de Trump y sus aliados en lo que respecta a la consideración del Calentamiento Global . Porque es claro que los centros científicos a sueldo de la ultraderecha van a tener que retroceder también en eso, y potenciar el mecanicismo materialista que todavía triunfa como paradigma del saber riguroso -en Física, pero también en Biología, Psicología, Fisiología, Química...- al tiempo que se oculta, o se deja de financiar solapadamente, la emergente teoría de sistemas que en las últimas décadas comenzaba a descollar como nuevo punto de vista holístico y vinculante del proceder científico . La biosfera terrestre que Thomas Lovelock, y muchos otros, soñaron como un hervidero de vida y un “milagro en equilibrio” -como titulaba lo suyo Lucía Etxeberría-, va a tener que volver a ser el universo vacío y maquínico de Descartes y Newton, y por tanto un páramo muerto donde la industria y la codicia humana puedan hacer y deshacer a voluntad. Señala, de nuevo, Grimal en su libro...

 

Los indicios que acabamos de evocar nos muestran a Virgilio cara a cara con el misterio de la vida, a medida que se interroga sobre el sentido de aquella, cuyas formas múltiples se le presentan en tanto que describe la acción de los hombres sobre la naturaleza y que prosigue el lento trabajo de composición que convergerá en los cuatro libros de las Geórgicas. En ese momento se presenta una objeción: si es Mecenas quien por consejo o, si se prefiere, por una «orden» (pero de un amigo a otro, ¡todo deseo formulado por uno de los dos deviene para el otro una orden!), ha sugerido a Virgilio abordar, en un canto separado, la cría de ganados y después, quizá, la de las abejas, ¿no suministraba al poeta intenciones que él ya había tenido? Pero conviene separar la eventual sugerencia y la manera como Virgilio la ha recibido. El poeta ha aceptado la invitación de Mecenas a ese nuevo esfuerzo porque él ha descubierto, a lo largo del camino, que ese ensanche de su poema le confería una unidad más grande, lo integraba en un poema de la vida y le permitía esa gradación que hemos evocado en la descripción de sus diferentes aspectos. En sí misma, esta idea de que existen diferentes niveles y jerarquías de la vida, vegetal, animal, humana, que las criaturas son de más en más diferenciadas a medida que se elevan en la escala de los seres, es perfectamente compatible con la fisiología de los epicúreos, que admiten no solamente que el mecanicismo fundamental de la vida es idéntico en todos los organismos, desde los más rudimentarios hasta el hombre, sino también que esos organismos son más y más complejos, comprendiendo un gran número de átomos diferenciados en las combinaciones más variadas.

Pero Virgilio parece haberse preguntado, puesto que el mecanismo (o mecanismos semejantes) interviene en todos los seres, si el pensamiento, que es la resultante de esto, no se encuentra, él también, en todos los grados de la vida. En tanto que los estoicos levantaban una barrera infranqueable entre el hombre y los animales, acordando al primero la razón, atributo que negaban a los segundos —lo que venía a conferir al hombre un sitio único en la creación—, la doctrina epicureísta estaba próxima a hacer nacer la idea de que existía entre todos los seres una simpatía, una afectividad semejante, un sentimiento del placer y del dolor, si no idéntico, al menos análogo entre todos. Eso permitía esas «proyecciones del alma» que caracterizan, lo hemos dicho, a la sensibilidad virgiliana. Eso implicaba también un grave problema: si es verdad, como afirmaba Epicuro, que el Soberano Bien es el placer, y que la vida filosófica consiste en buscar aquel bajo sus formas más altas, ¿no ocurría lo mismo en los animales? ¿No podía concebirse una clase de sabiduría animal, prefiguración de la sabiduría humana? No es sin intención que Virgilio, describiendo la felicidad de la vida campesina, une en un mismo cuadro «mugitusque boum mollesque sub arbore somni», «los mugidos de los bueyes y los dulces sueños bajo un árbol» (II, v. 470), una imagen que, en el curso de los siglos, ha seducido a muchos poetas.

Virgilio, Pierre Grimal, Gredos, págs. 142-43.

 

Semejante actitud, o sentimiento, de que concebir la naturaleza únicamente como la interacción de partículas, movimiento y vacío es demasiado simple, pero sobre todo demasiado estrecha de miras y esterilizante como para dar cuenta del entorno rural de un poeta lírico, no sólo fue la que inspiró en su momento a Virgilio, sino la que estuvo detrás de una disciplina científica ya obsoleta y cuya reputación no podría salvar hoy ni la saga de Harry Potter: la Alquimia. La alquimia, en efecto, era eso: más una forma de entender y laborar con la naturaleza que una suerte de ritual mágico crédulo y absurdo. El cosmos planteado como un élan vital en continuo y creativo desarrollo, tal como lo nombró y concibió el gran Henri Bergson siglos más tarde, ese alquimista y virgiliano après la lettre... ¡Qué gran diferencia con la cosmología moderna!: en la doctrina hermética y alquímica al ser humano le correspondía el honroso puesto de “gran jardinero de la naturaleza”, de “guardián de la Tierra” o de “pastor del ser“, cuya tarea en el conjunto del universo era coadyuvar a la plenitud de todos los seres. Por ese motivo, la alquimia fue denominada también "agricultura celestial", es decir, eso mismo que cautivaba a Virgilio de la vida rural, esa cuasi-conciencia que germina en la Tierra y cuya luz, como los gnósticos señalaban, el ser humano es el único que sabe liberar (pero no necesariamente los filósofos, sino también los agricultores, los poetas, etc...) Dijo el alquimista Basilius Valentinus, en el siglo XV, que “el fin de la alquimia es la servidumbre voluntaria del hombre a la naturaleza”, por tanto exactamente lo opuesto a lo que la generalidad del planeta piensa y practica hoy. Y eso es lo que necesitamos, perentoriamente (hoy, 23 de enero de 2025, nos levantamos con la noticia catastrófica de que el Ártico ya emite más CO2 del que absorbe): recordar que pertenecemos al mundo, y no el mundo a nosotros.

No parece casualidad, por consiguiente, que la alquimia se extinguiese exactamente en el mismo momento, y podríamos decir que en la misma mente humana singular, en el que el mecanicismo llegó a su cima, puesto que fue el último alquimista, al tiempo que el remachador definitivo del mecanicismo, Isaac Newton, el que generó simultáneamente la sustitución y la fusión entre ambos. El concepto de la “fuerza de gravedad”, en efecto, constituye el canto del cisne de la alquimia, al tiempo que su máxima operatividad científica y tecnológica para la historia posterior. Desde la perspectiva del mecanicismo de la época –Edmund Halley de la Royal Society, por ejemplo, el del cometa que lleva su nombre, lo vio así, entre muchos otros...- la fuerza de gravedad es una acción a distancia tan totalmente fantasiosa como la telequinesis de Luke Skywalker o Yoda en El imperio contraataca. De hecho, Newton –que en lo personal ejerció mucho de Darth Vader…- tuvo prudentemente guardada la idea, y la fórmula correspondiente, en un cajón por si acaso, mientras que se obstinaba en estudiar furiosamente alquimia a fin de aportar alguna clase de fundamento al asunto. Pero como la fórmula de la gravedad era tan perfecta, y daba paso a una nueva era deslumbrante del pensamiento científico, gente como Halley tuvo que aceptarla, con el resultado absolutamente genial y paradójico de que para que el mecanicismo clásico fuese llevado a su realización suprema hubo que asumir de matute un elemento misterioso, pero que muy misterioso, la “atracción”, procedente de modo manifiesto de la recién fallecida alquimia…

Pese a ello, el mecanicismo newtoniano dio el golpe de gracia al sentido de lo sagrado natural que se desprendía tanto de la alquimia -el Anima Mundi- como de la poesía de Virgilio y los virgilianos. Ni siquiera al propio Dios cristiano de la tradición le cabía ya sacralidad alguna, puesto que la Nueva Ciencia lo había reducido al papel de relojero máximo, como un Rolex personificado de la eternidad. A la naturaleza desacralizada y convertida en máquina ciega y tonta le aguardaba el destino que hoy conocemos, y que nuestros autoerigidos líderes actuales van a encargarse de rematar. Sin embargo, hubo un tiempo en que, como explicaba maravillosamente Fernando Savater en sus buenos tiempos…

 

La filosofía parece exclusivamente dedicada a colaborar con lo vigente, inventando nuevas perspectivas y nuevos puntos de vista que nos hagan sentir redoblado aprecio por lo que hay: su papel parece ser ponderar, describir o agregar, pero nunca, o casi nunca, desmentir. Los pensamientos progresistas son aún más constructivos, si cabe, que los tradicionales, brindando siempre un gran esparadrapo positivo por cada pequeño rasguño negativo que inflingen a lo real. Pero quizá lo más característico de finales del siglo pasado y de todo el nuestro sea la inocultable presencia de un gran rechazo, que enlaza con las más vigorosas fórmulas aniquilatorias del pasado, tales como el budismo Madhyamika de Nagarjuna o la alta voz de Lope de Aguirre, por ejemplo. La proliferación de construcciones positivas no ha logrado ocultar este rechazo, que quizá se ha manifestado más virulentamente en los últimos quince años. Llamésele muerte de Dios, como hizo Nietzsche, o quédese sin nombre, como pura actitud vital o tendencia, lo cierto es que ser trata de la oposición al omnicompresivo sistema hegeliano y al punto de vista monoteísta que realiza en su más alto grado. Dado que el monoteísmo no permite más que una salida trascendente, el rechazo de dicha solución sume, obligatoriamente, en el vacío. Del Dios único se pasa a la pérdida de lo sagrado, a la profanación completa del mundo; es la culminación del proceso de absorción que llevó de los mitos como parte de los ritos a la mitología, de la mitología politeísta de dioses concretos a los dioses cada vez más abstractos protectores del Estado, de estos al Dios único y del Dios único a lo más abstracto y despersonalizado, la razón y su lógica. Lo que se pierde con lo sagrado es una relación feliz con las cosas, una contemplación piadosa de sus orígenes, una forma de vida más preocupada por la veneración que por la salvación. Quizás el ateísmo vivido como protesta por el encierro en un Dios único y como nostalgia de la pluralidad de lo divino, sea la postura más piadosa que podamos alcanzar en nuestra situación. Pero, ¿cómo no aceptar el sistema, la razón? ¿Podemos rechazar el sistema sin perder la razón, sin desproveernos de ella y caer en la locura? Aquí se plantea la angustiosa aporía del pensamiento negativo, porque el tema, el auténtico y profundo tema no es sino este: ¿puede haber una cordura que no sea sumisa aceptación de la razón monoteísta? No otra es la cuestión, para la que no se puede improvisar una respuesta reconciliadora: Nietzsche no se volvió loco por casualidad ni por capricho, ni tampoco por una sífilis, sino por pensar. Su pensamiento partió de una constatación cuya importancia no puede exagerarse: los antiguos no identificaban razón y cordura. Es cierto que Platón y Aristóteles ya comenzaban a sentar las bases de lo que Hegel formuló de modo suficiente: que para poder pensar algo bien, hay que ser capaz de pensarlo todo desde el mismo punto de vista. Heráclito y los sofistas, empero, no parece que opinaran así; y aún más, y más importante: los politeístas prefilosóficos de la época mítica ciertamente no pensaban así. ¿Cómo lograban ser cuerdos aquellos antiguos paganos anteriores al triunfo del proceso de abstracción que llevó a la mitología, al monoteísmo, y, finalmente, al racionalismo laico -que no ateo- contemporáneo?

(El pensamiento negativo: del vacío a los mitos, Fernando Savater, Sígueme, 1976).

 

 

Contra la explotación de la tierra, pues, una religión de la tierra. Contra natura profanada, natura sagrada. Contra la “Fachamama” del ecofascismo que nos amenaza, la Pachamama pagana y ebria de un Virgilio. Contra la cosmología del sinsentido, la teleleogía alquímica -al modo del directo de los Dire Straits… O como el mismo Virgilio escribió, en versos inmortales (aquí trasladados a prosa; Geórgicas, UL, vv. 475-502):

 

Pero a mí, primeramente, antes que nada, me reciban las dulces Musas, a mí, que, herido de un amor sin límites, llevo sus sagradas prendas, y me muestren ellas las constelaciones y el curso de los astros, los variados eclipses del Sol y los desfallecimientos de la Luna; cuál es la causa de los terremotos, qué fuerza hinche los abismos del mar, rotos sus diques, y hace que sobre los mismos senos de nuevo se sosieguen; por qué los soles del invierno se apresuren tanto a bañarse en el Océano, o qué barrera se oponga a las noches tardas en llegar. Pero si mi sangre, corriendo fría alrededor de mi corazón, me impidiese poder acercarme a estos arcanos de la naturaleza, conténtenme al menos los campos y los arroyos que se desatan por los valles; ame yo sin gloria los ríos y las selvas. ¡Oh!, ¿en dónde las llanuras y el Esperqueo y el Taigeto, recorrido en sus orgías por las vírgenes laconias? ¡Oh!, ¿quién me detendría en los valles helados del Hemo y me cubriría con la sombra inmensa de sus ramas?

¡Dichoso aquél que llegó a conocer las causas de las cosas y puso bajo sus pies los temores todos, la creencia en un destino inexorable y el estrepitoso ruido del Aqueronte avaro! ¡Pero también dichoso el que supo de los dioses de los campos, y de Pan y del viejo Silvano y de las hermanas Ninfas! A ese tal, ni las fasces concedidas por el pueblo, ni la púrpura de los reyes le hicieron doblegarse, ni la discordia que subleva a los hermanos sin fe, o el dacio, que desciende desde el Istro conjurado, ni los negocios de Roma, ni los reinos destinados a perecer; ése no se dolió, compasivo, del pobre, ni envidió al que tiene. Los frutos que las ramas, los que los mismos campos, sin cultivo, generosos produjeron, no tuvo más que cogerlos; ni vio las leyes inflexibles, la locura del foro, ni los archivos del pueblo.

 

2 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page