Óscar Sánchez Vadillo
101- La señal inequívoca de que un@ es una buena persona es preguntarse muy a menudo, casi a cada paso, si no se estará siendo el rey de los tont@s…
102- Estoy con Nietzsche en que Sócrates corrió la suerte que quiso, pues no sólo pudo evitar la condena, sino poner pies en polvorosa, como, en el fondo, toda Atenas deseaba. Es cierto que al no hacerlo dejó para la posteridad los monumentos memorables de su oposición pasiva a la injusticia (Thoreau, Tolstói, Gandhi...), su apología de las leyes (testimonio de valor incalculable de la mentalidad griega y, en general, republicana), y su sacrifico personal (el “San” con el que le ennoblecieron los humanistas del Renacimiento). Pero quizá también sea cierto que todo ello lo consiguió un anciano que prefirió esa invaluable posteridad a lo poco que le quedaba de vida y reputación. Un suicidio calculado, viene a decir cínicamente Nietzsche. Platón, creo, nunca estuvo expuesto a tales riesgos…
103- Las librerías ya no son santuarios de libros, son tiendas de regalos especializadas.
104- Que resucite Dios para librarme de ser un Nietzsche, todo soledad, castidad, megalomanía y sufrimiento. En Filosofía, tan sólo Aristóteles y Hegel me hacen dudar, pero no lo bastante. La excelencia es aptitud, desde luego, pero embridada por obsesión, honestidad y esfuerzo. Basta cambiar “honestidad” por “vanidad” o “ambición” y ya te has salido de la Filosofía como es debido. Por debajo, brillan con luz propia los “genios” del espíritu popular, que sobresalen un momento de la intrahistoria para colorearla y luego se sumergen de nuevo en el lienzo. Allí sí querría estar (o sea, no estar) yo, pero por paradojas de la vida me lo impide tajantemente mi formación. Los filósofos nos hemos extirpado quirúrgicamente y por oficio la intuición que da sin pretenderlo con un romance, un chiste, un retruécano o un grafiti, sin saber que está haciendo cultura de verdad, de la del pueblo, que no cobra entrada en un museo. Sin embargo, los profesores viven sólo en la preocupación por situarse en el punto ideológico adecuado, en el que se materialice la equidistancia perfecta: un poco de esto me hace benévolo sin ingenuidad, lo que empastado con esto otro me hace progresista sin ensoñaciones, etc. Todo el santo día intercambiando cromos, a ver quién es más cool. En ello veo mucho más narcisismo monádico que en la concepción del genio, que proviene de otros tiempos anteriores a las vanguardias del siglo XX, y en cuyos mimbres es donde nace toda esta melopea de salón del artista provocador, o sea, la síntesis de Óscar Wilde y Noam Chomsky quitando lo mejor de ambos (el señorito ingenioso metido a remover conciencias). Pienso que todo eso pasó, y que ahora nos enfrentamos a la necesidad de olvidarnos un tanto de los grandes para centran la atención en lo que pasa -la Fenomenología de- en la bestia salvaje, es decir, el mundo actual...
105- El hecho palmario de que todos los grandes pensadores hayan tomado postura frente a alguien (y esto hasta Ortega lo integró en su sistema, digamos), no es más que el preámbulo que el hermeneuta interpone a su interpretación, que en todo caso no puede ser más, en último término, que una teoría sobre el mundo. El profesor, en cambio, se queda ahí plantado, fugándose de la realidad y refugiándose en el análisis intertextual. Esto es lo que la tradición romántica occidental ha denominado spleen (y el formalismo ruso ostranerie, “extrañamiento”), la forma de alienación propia de la conciencia culta. Pues si bien todo concepto se genera en una controversia, lo siguiente que hay que decir es que el tema de esa polémica es el mundo, nunca el concepto mismo. A esta última actitud ya no se le puede llamar “controversia” propia y técnicamente, sino “bronca” impropia e informalmente, y es la forma habitual de la política y de la vida en pareja ya putrefactada, por cierto. Por tanto, a mi modo de ver, el reencantamiento del mundo al que algunos se remiten tiene que ser primeramente y ante todo recuperación para la filosofía (o para la religión, la cultura, la reflexión: no me importa el nombre) del interés de la cultura por el mundo frente a la cultura misma, como el propio Nietzsche suscribiría en la Segunda Intempestiva. Los profesores nunca “reencantarán” el mundo porque están demasiado ocupados matando a sus colegas más cercanos y desenterrando a sus maestros más ilustres en su spleen exclusiva y claustrofóbicamente académico y elitista. Algo así es lo que el bobo de Harold Bloom llamó hace unas décadas “la angustia de las influencias”. Casi todos los filósofos profesionales viven en ella, y sobre ella versan la mayoría de los seminarios, eventos, congresos o encuentros, para desgracia nuestra y aburrimiento mío. Arman “bronca”, no “controversia”, pues en ellas sólo están presentes los hombres blancos muertos (Charles Taylor), no la animalidad del acontecer, esa bestia indómita que ya apunté antes que llamamos “mundo actual”...
106- Leo algo en un ensayo francés sobre la Historia de la Vida Privada bastante curioso. Resulta sorprendente saber que hasta los años ´50 Francia era un país subdesarrollado en materia de vivienda. El alcantarillado era muy deficiente en la mayoría de las casas. Muchas de ellas no tenían ni ducha ni retrete. Además, las viviendas solo tenían una estancia y no eran muy grandes. La intimidad personal no existía, era muy difícil hacer algo sin ser observado. Mientras lo lees te empiezas a preguntar cómo resolvían lo del sexo. El autor acaba aclarándolo. En las familias más pudorosas, los padres mandaban a los hijos a la escalera. Las otras… lo hacían sin complejos, los demás simplemente miraban a otro lado. El autor, no sin cierta socarronería, añade que los adolescentes comenzaron a tener deficiencias de educación sexual a partir de los años 60, época en que se produce precisamente, y no por casualidad, una revolución de la vivienda...
107- (Adolescentes) Ahora les toca a ellos. Aunque muchos están cercanos a la mayoría de edad, no terminan de creerse en qué consiste ser adulto. Con suerte son como poco veinte años de preparación en los que se permanece en el invernadero para adquirir las mínimas destrezas que te habilitan para un empleo en la sociedad contemporánea, y sí, se les hace sumamente claustrofóbico, pero es porque no ven las comodidades de que gozan. O, mejor, no se las dejan ver. ¿Tan perverso es de verdad -ellos dirían “en verdad”- un mundo en que la Enseñanza espera, espera y espera a que estés formado en conocimientos básicos acerca de la herencia de tu especie antes de exponerte a la intemperie del mercado laboral? ¿Tan crueles son unos padres que están dispuestos a invertir años, dinero, e incluso su propia reputación de guías vitales a que el chico no salga del todo en pelotas a que lo devoren las fieras de la contratación libre? Aprenden, los adolescentes, más en un mes de lo que es capaz de asimilar un adulto normal en años, y ello es posible porque carecen del noventa por ciento de las preocupaciones de dicho adulto, y sin embargo su vida les parece pesada, rutinaria y absurda. Les han comido el coco para que no distingan lo que sabe cualquier alumno llegado de fuera de Europa: que la educación prolongada es un lujo civilizatorio, que en lo que tiene de universal es un privilegio reciente, y que con mala suerte será efímero de continuar así ¡Quién fuera alumno otra vez, sin cargas, sin años, sin bancos y sin políticas! Más que una asignatura de Educación para la Ciudadanía que mienta a los más pequeños sobre su futuro deberían implantar una de Concienciación del Discente de su propia condición, para que entiendan a fondo el valor de lo que tienen. Claro que, de existir tal cosa con alguna eficacia real, entonces lo mismo repetían cursos adrede para no salir del limbo en el mayor tiempo posible. Que no, que no puede ser que a mejor vida le corresponda siempre peor actitud, a la mierda los mimados de cualquier edad y condición.
108- Que el viernes es el mejor día de la semana Dios mismo lo apoyaría cabalmente. Dicen que no hay día más feliz que la víspera, al menos en el Reino de este Mundo. Por eso debe crecer y multiplicarse, hasta el Juicio Final y más allá. Repartamos trabajo y que nos sustituyan los viernes en merma de nuestro sueldo si es preciso. Y con extras para los voluntarios/forzosos, qué menos. Al fin y al cabo, nadie es imprescindible, ni siquiera el propio Dios “en habiendo” Rock´n´roll... El jueves dejaría de estar siempre molestando en el puñetero medio para mutarse en juernes, víspera de víspera, la repanocha. De todos modos en Madrid ya lo practicamos, pero con mala conciencia. Para la jubilación contaría igual la semana corta, naturalmente, e inspirándonos precisamente en los jubiletas otro día hablaremos del lundingo, pero vayamos por partes. El mierdoles no tiene remedio, pues, como decían Tip y Coll, está siempre en la mitad de la semana laboral del pobre. Pero siempre nos quedarán los martados, que saltan con pértiga. No permitamos que los británicos o los ricos vuelvan a adelantársenos en materia de avances civilizatorios, ya que tan bien se las maravillan con los incivilizatorios...
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