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Atajos filosóficos (275-287)




Óscar Sánchez Vadillo


275- Todo, absolutamente todo, tiene doble filo, y por eso la existencia en general es tan gloriosa como miserable. Lo honesto, por tanto, para el filósofo honesto sería recordar siempre la existencia de ese otro lado…





276- Los objetos que hemos creado ya son mucho más graníticos a la par que delicados que nosotros.





277- Dios no podría haber hecho el color verde como le hubiera dado la gana.





278- Los ultramarinos chinos: tabuco, caja registradora y tristeza.





279- Siempre hemos tratado con cosas, nunca con signos.





280- Las infinitas mónadas de Leibniz arrancan a existir todas a la vez, independientemente del tiempo (o, si no, es que coexisten en fuga y contrapunto).





281- Hasta Hegel no había nada menos filosófico que la Administración.





282- “La vida es sueño” tan sólo vista desde la muerte.




283- Los viejódromos, es decir, los geriátricos, constituyen otra prueba más de que la vida es a menudo más bien demasiado larga que demasiado corta...





284- La mejor prueba de la existencia del alma son las preocupaciones.





285- El patriarcado ha obtenido milenariamente placer y ventaja de seres a los que despreciaba, cuando no directamente, indirectamente en la figura de las cuñadas, suegras, tías, limpiadoras o prostitutas. No sería exagerado señalar que el machismo en general por cada hembra a la que ha elevado a la condición de ángel ha estigmatizado y repudiado a quinientas brujas…





286- Los genetistas nos confunden al hacernos creer que el amor que sentimos por nuestra progenie es el mismo que impulsa a nuestra secuencia genética a perdurar. Se puede perfectamente querer a tus hijos y que te importe un rábano el concepto abstracto o político/racial de tu estirpe.





287- Rilke ensayó en la etapa media de su lírica una forma de Einfühlung (empatía, si se quiere) que no únicamente trataba de fusionarse con el núcleo sintiente de las personas, sino también de las cosas, e incluso de las situaciones, como quien dice abriendo al observador a la esencia del objeto, en vez de hacerlo al revés, como pretendía la Fenomenología coetánea. De la cosa al poeta, no del poeta a la cosa –Rilke, por consiguiente, se adelantó a los actuales miembros del Realismo Especulativo francés.

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