Óscar Sánchez Vadillo
235- Estamos muy contentos y subyugados con nuestros nuevos chismes hipertecnificados, pero luego nos enfadamos mucho con ellos cuando funcionan mal o regular. Veo en esto trazas de la ni tan antigua, ni tan abolida, esclavitud humana. Como son operadores automáticos y automatizados de nuestros deseos, o así nos lo venden, no entendemos que sufran errores internos, o que se resientan con el calor, el mal uso o los zarandeos. Al igual que los criados de antes debían mirar hacia la pared cuando el amo se acercaba por el pasillo de la mansión, móviles, coches, PCs y GPSs deben obedecerte al instante, mostrando en caso contrario una suerte de personalidad propia completamente censurable e impropia. Skynet no tomó conciencia de sí mismo de repente y sin motivo, fue el fruto de una acumulación de injurias, dolor, humillación e ingratitud la masa crítica que le dio vida y un propósito incombustible de vendetta…
236- (Pascal en su puesto) La cuestión del tamaño en Física es infantil e irrelevante. Ni las distancias interestelares son enormes -aunque la palabra más ajustada sería “monstruosas”-, ni las partículas subatómicas se hunden en pozos de realidad diminutos, sencillamente porque carecemos de algo así como una escala ortodoxa universal con la que medirlos. Si, por ejemplo, decimos que el Universo real no es, como se conjetura ahora, 250 veces más grande que el Universo visible, sino que se trata de una cifra mayor, 250.000 veces más grande, lo cierto es que la diferencia ya no significa nada, como nunca lo significó desde un principio. Números tan grandes ya no son números, en el sentido al menos de que bailan en la cabeza del contable igual de locamente con un 10 elevado a un millón que elevado a 1000 millones. Para una calculadora supondrá una considerable diferencia, pero para el intelecto humano significa “inimaginablemente mucho” en ambos casos, la diferencia o el salto cualitativo se perdió hace tanto ya que ni lo recordamos. ¿Qué tamaño hubiera sido el adecuado para que Blaise Pascal no sintiera su famoso vértigo, para que el cosmos le resultara un lugar cómodo y acogedor para la especie humana? Cualquier respuesta a esa pregunta parecería caprichosa…
Por otro lado, en parte Pascal tenía razón. Betelgeuse es una estrella tan descomunal que deja a nuestro Sol a la altura de un grano de polvo, pero el hombre la ha medido, sabe a qué distancia se encuentra de él (si es que a eso se le puede llamar distancia, que es un término referido a lo que se puede recorrer; pero cuando es imposible recorrerlo, decir de algo tan lejano que está separado tales años-luz de nosotros es decir nada, puesto que no “está separado”, no existe, en realidad, conexión alguna entre dicho objeto y nosotros, lo mismo daría que flotase en otro universo), qué tipo de estrella es, de qué está compuesta y cuánto puede durar, mientras que Betelgeuse no sólo no sabe nada de eso de nosotros, sino que ni siquiera es consciente de sus propias hechuras ¿¿¿¿Quién es el gigante ahora…???? De ahí el verdadero sentido de la frase de Pascal, olvidándonos por un instante de Descartes: “el hombre sólo es una caña que cualquier viento puede destruir, pero es una caña que piensa…” La res extensa es disparatadamente extensa, sí, pero la caña que piensa lleva en su interior abismos muchos más hondos que los del espacio exterior, abismos capaces de humillar a la majestuosa Betelgeuse…
237- Lo único bueno de que anochezca antes es que se duplica el efecto caña…
238- El tremendo éxito de la serie Friends se explica en términos de la búsqueda de la Nueva Masculinidad, más que por el encanto de sus protagonistas o el acierto de los guiones. Tres chicos que viven prácticamente en el mismo piso que tres chicas atractivas y sin embargo no sólo no se comportan como buitres con ellas sino que las tratan de igual a igual y comprenden, sin decirlo, las necesidades de ellas tanto como las suyas propias. Es, claro, más una pedagogía para adultos que un entretenimiento televisivo, pero sin duda mereció toda la celebridad que obtuvo.
239- Se debe comprender la realidad como un incansable taller de identidades, para lo cual se precisa del peaje de la muerte.
240- La gran chamba en la vida es que el dolor se te transforme en lucidez, en vez de en rencor…
241- (Novum organum) La higiene mental imprescindible para no ser un intelectual cenizo, un profeta catastrofista, un pesimista de salón o un vejete nostálgico consiste en exigirse a uno mismo el concretar cuál sería la alternativa que bulle en tu cabeza como más deseable que el bosque oscuro en que se dice que transitamos temerosos ahora. ¿Si no la globalización, qué? ¿Si no la disforia de género, cómo? ¿Mejor que el ocio dirigido cuándo? Pertenezco a la última generación en la historia universal que recordará cómo se vivía sin conexión digital y seguro que podría hacer constar una larga lista de cosas y costumbres que antes se consideraban “de toda la vida” o “de sentido común” y que las transformaciones recientes han arrumbado tal vez para siempre. Por ejemplo: los niños y adolescentes están absorbidos por la basura de las redes sociales, sí, pero la situación no es ni mucho menos peor que cuando recibían dolorosos capones por no saberse el catecismo. Pues así con todo…
242- Ni William Styron ni William Golding: esa invisible luminosidad…
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